La ciudad (historia) turismo

ALCÁZAR

La ciudad

El origen de Alcázar de San Juan se pierde en la Edad de Piedra, pues de esta época se han encontrado en nuestro término municipal restos de algunas civilizaciones asentadas en esta zona habitualmente, como es el caso de hachas pulimentadas, puntas de flechas y cerámicas, entre otros objetos.

Más adelante parece ser que fuimos sede de algunos campamentos celtíberos, formados ante la invasión romana. Algunos historiadores creen en la conjetura de que fuimos la antigua Alces, ciudad pre-romana que conquistó el pretor Sempronio Graco cuando se sometió esta región a Roma. En el itinerario de Marco Antonio se la designa con el nombre de «Murum».

De esta época se conservan los mosaicos romanos sobre cuya cronología todavía existen dudas. Su primer excavador, Valero Aparisi, afirma que se realizaron a finales del siglo II, principios del siglo III, mientras Carmen García Bueno los fecha en el siglo IV, basándose en el estudio de las emisiones monetarias, material cerámico y los propios mosaicos. Se descubrieron en los 50, debido a unas obras del alcantarillado y cabe pensar, si tenemos en cuenta las dimensiones de algunas de las dependencias excavadas (una de ellas medía más de 90 m2 ), que la villa de Alcázar sería de unas dimensiones muy considerables, por lo que se imagina que pudo ser un importante foco de romanización.

En cuanto al material utilizado en la realización de los mosaicos, las teselas son de piedra del país, de un tamaño medio. Los colores que conforman estos mosaicos son de una gama formada por el blanco, negro, amarillo, rojo, azul, morado, gris, verde y siena. Hay un fragmento de mosaico con teselas más pequeñas que combina doce tonos diferentes, que le da una riqueza cromática extraordinaria. Son formas geométricas con temática de motivos vegetales y estilizados que forman guirnaldas, orlas, figuras zoomórficas o motivos aislados. Desafortunadamente, la interrupción de las excavaciones nos hace de momento de carecer de datos e información más concluyente para demostrar lo que en otro tiempo se negaba: la plena romanización de esta zona y su inclusión en las rutas comerciales de la época.

Del paso de otras civilizaciones se conserva poco o casi nada, pero es muy probable que fuéramos un pueblo visigodo, por los estudios hechos en la composición arquitectónica del templo de Santa María la Mayor.

Con la invasión árabe en el año 711, La Mancha se convirtió en tierra de nadie, campo de batalla que tenía a un lado la Media Luna y al otro las armas cristianas. Los árabes dotaron a esta zona de un importante complejo defensivo, al que llamaron «Al-kasar», que significa Alcázar-palacio fortificado. De esta manera, el nombre de nuestra ciudad sugiere la unión de dos culturas distintas, de dos maneras de ser diferentes, árabe una, representada por la palabra «Al-kasar» y cristiana la otra por ser de San Juan.

Después del desastre de Alarcos (1195), parecía que la Reconquista había llegado a su fin y que Almazor llegaría ante la tumba del Apóstol Santiago, pero la batalla de las Navas de Tolosa (1212) cambió el destino de España. La Mancha deja de ser campo de batalla y tanto los Reyes como las Órdenes Militares ponen todo su empeño en llenar de vida los pueblos medio destruidos y casi deshabitados. Se conceden franquicias y privilegios a cuantos quieran venir de otros reinos a poblarlos.

A finales del siglo XIII Sancho IV autoriza al Comendador de Consuegra para que, de las tierras de la Orden, amojone las que le parezca como término de Alcázar. El Gran Comendador de San Juan ya había comenzado antes a reconstruir la aldea de Alcázar. Ahora, con el privilegio de Sancho IV (contenido en el pergamino más antiguo del Archivo Municipal) la hace Villa, le da el escudo y le amojona un gran término municipal. Las tierras que el Gran Comendador dio a la nueva Villa fueron las que limitaban con las Órdenes de Santiago y Calatrava.

Los alcazareños vivieron durante muchos siglos bajo las directrices de la Orden de San Juan, aunque ellos no eran freyres de la Orden. La Orden se fundó en Jerusalén, donde unos comerciantes construyeron el Hospital, dedicado a San Juan Bautista, para atender a los peregrinos que iban a visitar los Santos Lugares. Después, con las cruzadas, decidieron también empuñar las armas para defenderlos y se convirtieron en la Militar Orden de los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén. La expansión del imperio mahometano los expulsó a Chipre, luego a Rodas y de allí los echaron a Malta, desde donde llegan a España. En 1189 la Orden de San Juan se establece en La Mancha, formando el Gran Priorato de Castilla y León.

Al terminar la Reconquista, motivo principal de la presencia de las Órdenes Militares, la dignidad de Gran Prior se convirtió en un título honorífico y lucrativo, por el cual lucharon entre sí los Grandes de España. Las disputas por la posesión hicieron que intervinieran el Papa y el Gran Maestre de Rodas. Carlos I, para terminar con las reivindicaciones de unos y otros, divide el Priorato y da Castilla a Don Diego de Toledo, con sede en Consuegra y León a Don Antonio de Zúñiga, que tenía Alcázar como cabecera.

A partir del siglo XVI, dicen algunos diccionarios, Alcázar fue residencia de los Grandes Priores, pero esto no sucedió así. El Gran Prior tenía demasiada categoría para permanecer encerrado en un pueblo y dejar de intervenir en las cuestiones políticas, por eso residía en la Corte. En el Priorato había un representante suyo, caballero de San Juan, con el título de Gobernador y Justicia Mayor, algunos se agregaban el de Lugar Teniente del Gran Prior.

Es el siglo de oro alcazareño el siglo XVI, pues con la decadencia de la villa de Consuegra, Alcázar se convierte en capital del Priorato de San Juan. En este mismo siglo se crea en Alcázar la fábrica de pólvora, la más importante del reino.

Por un breve pontificio, Santa María la Mayor, que había sido declarada parroquia y pasado a pertenecer a la Orden en 1226, pasa a ser colegiata y se crea en ella el Cabildo de San Pedro y San Pablo.

En 1530 Alcázar de San Juan contaba con 18.480 habitantes, viviendo en ella gente muy rica y principal, de la que la mayoría pertenecía a la Corte. Se dieron nombres como Cervantes, Valdivielso y Díaz Morante, tres alcazareños amigos; Barroso y Sánchez Cotán, pintores; Juan Cobo y Diego de Torres Rubio, maestros en las Indias orientales y occidentales, uno de la lengua china y otro de quechua.
En cuanto a Cervantes, una tradición alcazareña siempre se ha referido a nuestra villa como «la cuna de Cervantes». Un día del año 1748 llegó a Alcázar Don Blas Nassare a registrar los archivos parroquiales en busca de documentos y escribió al margen de una partida de bautismo, que todavía se guarda en la iglesia de Santa María, «éste es el autor de la historia de Don Quixote».

Desde entonces la polémica no ha desaparecido, pero lo cierto es que los apellidos de Cervantes Saavedra figuran en la partida de nuestra iglesia, no en la de Alcalá.

En 1532, el día 2 de marzo, fue bendecido el convento de San Francisco de Asís, de estilo gótico de transición, mandado construir por Don Diego de Toledo, Prior de la Orden de San Juan y duque de Alba. En este convento se funda la que fue la Universidad de Alcázar, con las cátedras de medicina, teología, historia sagrada y filosofía. En 1619 se abren dos cátedras más: gramática y arte.

En 1546 la Universidad y el Concejo de Alcázar hacen voto a la Inmaculada Concepción para que libre al pueblo de una plaga de langosta. Para que este voto no se olvidara, se levanta junto a la ermita de la Inmaculada el convento de Santa Clara, de monjas clarisas procedentes de Toledo y que se encargaban de cuidar la ermita. A ellas se les atribuye la receta de las famosas tortas de Alcázar. En 1601 doña María de Pedroche dona una casa solariega para fundar en convento de San José, de monjas clarisas también, pues el levantado años atrás se quedó pequeño ante la afluencia de vocaciones clarisas.

En 1603, por acuerdo del Concejo de Alcázar de San Juan y considerándolo necesario para su población que había crecido considerablemente, se hace una nueva iglesia en los terrenos donde se levantaba la parroquia de Santa Quiteria, que fuera más grande y más espaciosa. Los planos de este nuevo templo fueron encargados al arquitecto Juan de Herrera, constructor del Escorial, por eso la iglesia es de estilo herreriano. En 1625 es bendecido y consagrado el convento de la Santísima Trinidad, dedicado a Nuestra Señora de Gracia, de estilo barroco y regentado por los padres trinitarios. Desde 1665 hasta 1670, estuvo desterrado en el palacio de la Orden de San Juan, por razones políticas, el príncipe Don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV con la actriz María «La Calderona».

En el siglo XVIII, la Orden Hospitalaria pierde su carácter religioso y se convierte en Orden de nobles. El Priorato llega a ser un mayorazgo de infantes y príncipes. En este siglo se construye el canal del Gran Prior, que fue de gran utilidad para la agricultura. En el año 1742 se acabó de construir en la iglesia colegial de Santa María el Camarín de la Virgen del Rosario, de planta cuadrada y estilo barroco, con el zócalo y suelo de cerámica de Talavera, siguiendo la tradición de los camarines andaluces.

El infante don Gabriel Antonio de Borbón, quien había sido nombrado Gran Prior de la Orden de San Juan por su padre, Carlos III, en 1765, considerando que los hospitales que existían en Alcázar eran insuficientes, manda hacer el Hospital de Nuestra Señora de los Ángeles, en 1770, en los terrenos que ocupa hoy el Conservatorio de Música. Nuestra localidad también contaba con el Batallón Provincial en 1786. En esta época, Alcázar, como capital del Priorato de la Orden de San Juan, gozaba de independencia, tanto eclesiástica como jurídica, de la capital de Toledo. Alcázar tenía a su cargo 16 villas, 5 aldeas, 4 castillos y 11 encomiendas.

Con la invasión francesa de 1808 y la salida de España de la familia real de Carlos IV y la abdicación de éste a favor de su hijo Fernando VII, en numerosas capitales de provincia se realizaron festejos para celebrar la vuelta de Fernando VII. Estos actos fueron memorables no sólo para los alcazareños y los pueblos del Priorato, sino para mucha gente que vino de otros, pero los que de verdad no los olvidaron fueron los franceses. El rey francés José Napoleón I dio el 10 de abril de 1810 un Decreto para ordenar una nueva división territorial de España y en él se estableció que Alcázar fuera una simple municipalidad dependiente de la Prefectura de Ciudad Real, perdiendo todos los privilegios. También desaparece el Priorato de la Orden de San Juan, que durante siete siglos marcó la vida de estas tierras. Desde este momento Alcázar de San Juan empieza a pertenecer jurídicamente a la provincia de Ciudad Real, cuando históricamente perteneció a la de Toledo.

En 1835, con la desamortización de Mendizábal, los bienes de la Iglesia son subastados y la iglesia de Santa María la Mayor deja de ser Colegiata, desapareciendo el Cabildo de San Pedro y San Pablo. También desaparecen la Universidad y el monasterio de San Francisco, al igual que el regentado por los padres trinitarios. Únicamente permanece abierto el convento de Santa Clara, por ser los custodios del voto de la villa a la Inmaculada Concepción.

El siglo XIX fue para Alcázar de San Juan el siglo de la decadencia, ya que a lo largo de él fue perdiendo lo que durante siglos dio esplendor a esta villa. En 1854, tras la llegada del ferrocarril a España, el ingeniero inglés Mister Creen señala en Alcázar un nudo ferroviario de importancia y el 24 de mayo de 1858 la reina Isabel II inaugura la línea Madrid-Alicante, pasando el tren real por la estación alcazareña. Desde este momento se abren nuevos horizontes para nuestra villa, la cual se vuelve a convertir en cabecera de comarca. En 1868 la reina Isabel II fue destronada y abdica en su hijo Alfonso XII. Con el triunfo del liberalismo se cierra para siempre el convento de Santa Clara, aprovechándose el edificio para el Ministerio de Guerra, que lo convirtió en cuartel.

En el año 1877 el rey de España Alfonso XII concedió a Alcázar el título de ciudad. A finales del siglo XIX se vuelven a abrir los conventos alcazareños. Los primeros en regresar a nuestra ciudad son los padres trinitarios, quienes fundan en 1882 un colegio y en 1899 los padres franciscanos vuelven a Alcázar y abren de nuevo la iglesia monumental de San Francisco de Asís.

El siglo XX está marcado principalmente por el ferrocarril, por la Guerra Civil (Alcázar es tierra republicana) seguida de la penuria general que hundió España entera en la miseria y, recientemente, por la aparición y el crecimiento del polígono industrial.

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